Los fans de Star Wars no podríamos estar más felices estos días, ya que por fin se estrenó la segunda y última temporada de una serie que logró marcar un antes y un después en cuanto a narrativa en las interminables historias que se pueden contar en el universo de Star Wars. Una de las grandes virtudes de esta franquicia es su capacidad para adaptar historias a distintos públicos, en donde podemos apreciar historias para los pequeños de la casa, historias relacionadas a la acción o en este caso relacionado a una visión introspectiva e íntima de un conflicto bélico.
Esta temporada continúa los conflictos presentados en la primera parte de la serie, profundizando en el surgimiento de una rebelión contra el Imperio Galáctico, que eventualmente evolucionará hacia un conflicto bélico de mayor escala. Cassian Andor (Diego Luna) sigue transitando un camino cada vez más incierto y complejo hacia la libertad. En medio de tensiones crecientes y del descubrimiento de un plan genocida del Imperio —que busca obtener más recursos para construir una superarma—, Cassian se ve empujado a tomar parte en lo que será el primer gran golpe contra la tiranía de Palpatine.

Pero ¿qué hace especial a Andor en comparación con otras historias de la franquicia? Personalmente, creo que uno de sus mayores aciertos fue utilizar recursos narrativos que exponen la fragilidad de los personajes frente a su contexto, tomándose el tiempo necesario para desarrollar sus motivaciones y conflictos internos. Para muchos, Star Wars está asociada principalmente a narrativas épicas, efectos especiales deslumbrantes y combates con sables láser. Sin embargo, aunque esa percepción es comprensible, se queda corta frente a la riqueza de este universo. Andor rompe con esa visión superficial y, dentro del género audiovisual, redefine lo que puede ofrecer una historia en esta franquicia.

Star Wars desde un comienzo siempre se pudo interpretar como una metáfora real a los conflictos que han afectado a la humanidad en la historia, desde pequeño me llamó la atención el casco de Darth Vader y su similitud a lo cascos de los soldados alemanes de la segunda guerra mundial. Esta metáfora se actualiza con esta serie a los conflictos que han ocurrido en la historia desde el estreno por allá en 1977 de la primera película. El dilema político de seguridad y libertad es una constante en esta historia de la humanidad y se aplica en lo que nos narra Andor. Estos dos términos que pareciera nunca podrán llegar a coincidir y que en momentos su significado se pierde según la visión que tengan los lideres que gobiernen de estos. El conflicto moral de las decisiones de los personajes de la serie se ven reflejado en todo momento y como las consecuencias de los actos que cometen o que omiten son difícil de escapar.
En conclusión, Andor llega a redefinir el género de ciencia ficción en esta década, dejando una serie que puede disfrutarse por sí sola, con capítulos que pueden ser visto muchas veces y así y todo, dejándonos con un debate constante o perplejos de como la ciencia ficción puede interpretar de mejor manera los conflictos de la realidad.