Reseña| DOOM: The Dark Ages

Existen videojuegos que marcan un antes y un después dentro de un género que sientan las bases para la posteridad y revolucionan para siempre no solo el género en específico, sino que la industria de los videojuegos en general. Super Mario 64 hizo cátedra en el género plataformero y de aventuras en 3D, al igual que Alone in The Dark y Resident Evil hicieron lo suyo en la vereda de los survival horror. Rockstar revolucionó el mundo de los juegos de mundo abierto y libertad del jugador con su icónico GTA 3. Y dentro de esta categoría, el padre indiscutible de los juegos de disparo en primera persona es DOOM. Las influencias del juego creado por John Carmack, John Romero y Adrian Carmack por el ya lejano año 1993 pueden percibirse hasta el día de hoy, y más importante aún, es una saga que aún posee la chispa de la innovación y que la ha mantenido firme por casi 35 años, regalándonos una nueva entrega de gran calidad en pleno 2025. Qué momento para ser fan de DOOM.

DOOM: THE DARK AGES se siente fresco y diferente respecto a su ya increíble entrega anterior, DOOM: ETERNAL. Y creo que esta es la clave para que la saga siga vigente después de tantos años. No opta por el camino fácil (y seguro) que podría haber sido hacer el mismo juego anterior, pero “más grande”, si no que nos entrega suficientes cambios en su jugabilidad, ritmo y narrativa como para distanciarse de las demás entregas y regalar a los jugadores una experiencia nueva y única.

Pero si algo ha caracterizado a DOOM en todos estos años es su trepidante y salvaje ritmo de combate a la hora de someter a las hordas del infierno y por supuesto esta nueva entrega no defrauda. Si bien DOOM (2016) y DOOM: ETERNAL se centraban más en el rápido movimiento de nuestro personaje y amaestrar nuestro arsenal para completar el trabajo, DARK AGES va más por el camino de la fuerza bruta y no ceder terreno a los demonios, y para eso tenemos la herramienta perfecta: el escudo. El escudo abre una paleta inmensa de nuevas posibilidades para el jugador ya que no solo se usa para la defensa, sino que, al mejor estilo del Capitán América, podremos lanzar nuestro escudo, empalar a los enemigos con su sierra, hacerlo rebotar en múltiples objetivos, todo de manera muy fluida y visceral, regalándonos un espectáculo infernal que nos mantendrá pendientes y al filo de nuestros sentidos durante los 22 capítulos que posee esta entrega. En esta oportunidad también se ha agregado un sistema de parry, que, si bien no es para nada complejo, nos anima a mantener nuestra posición en vez de esquivar. Si en las entregas anteriores el Doom Slayer se sentía como un tigre, rápido y a la yugular, en esta oportunidad se siente como un oso grizzly, imponente e implacable y mucho más pesado y enfrentándose a una gran variedad de enemigos clásicos y nuevos que requerirán de toda nuestra habilidad, sobre todo en los niveles de dificultad más altos.

Hablando de dificultad, el juego posee algunas de las dificultades más personalizadas que me ha tocado experimentar en cualquier videojuego. Si bien en dificultad Pesadilla se me hizo más fácil que sus entregas anteriores, la posibilidad de cambiar elementos como: la ventana del parry, la velocidad del juego y el daño de los enemigos, así como también la cantidad de recursos que poseemos, lo convierte en un juego tan fácil o difícil como nosotros deseemos.

En cuanto a los escenarios, esta vez nos encontramos con espacios mucho más abiertos y menos lineales que en entregas anteriores, lo que da al videojuego una capa un poco más amplia de exploración, que si bien pueden afectar un poco el ritmo vertiginoso de los combates, es un añadido que se aprecia y que además resultan un placer visual debido a lo variante y endemoniadamente bello de sus localizaciones y escenarios. Pasando de ambientes medievales combinados con tecnología, templos ancestrales y algunos sacados directamente del terror cósmico de Lovecraft, el juego siempre mantiene nuestro interés en recorrerlos ya sea a pie, o con la nueva inclusión de misiones arriba de nuestro Mecha o la nueva mascota alada, el dragón, que si bien resultan en niveles más bien básicos y sin tanta chispa como el resto del videojuego resultan muy impresionantes dentro del departamento del espectáculo.

Los niveles y todo el gameplay en general se ven potenciados gracias al inmenso poderío gráfico y de físicas que posee el videojuego. La iluminación, así como los efectos climáticos y en especial de las armas, como también el diseño de los enemigos y el increíble daño físico y visceral que podemos propinarles hacen una combinación increíble que merece ser disfrutada en tu mejor pantalla y por supuesto, con el mejor sistema de sonido posible. El sonido es uno de los grandes protagonistas de esta nueva trilogía, ya sea por su música que nos entregaba inyecciones de violencia en cada combate, que combinado con el estruendoso sonido ambiente y de las armas dan como resultado un deleite para nuestros oídos.

Si bien en DARK AGES esa calidad sonora se mantiene en un altísimo nivel, se nota mucho la falta del trabajo del productor y músico Mick Gordon en el ámbito de soundtrack. La banda sonora en DARK AGES cumple, pero jamás llega a las cuotas de adrenalina y espectacularidad que nos regaló en entregas anteriores y pasando mucho más desapercibida en esta ocasión.

También se ha dado una vuelta de tuerca a como el juego aborda el tema de la narrativa. En esta ocasión la historia se nos cuenta a través de espectaculares cinemáticas que nos ponen en contexto del conflicto a gran escala en el cual nos encontramos que, si bien están hechas a un altísimo nivel visual y con un trabajo de voz sobresaliente, ha fallado en conectarme con los personajes y los hechos acontecidos. Creo que la fórmula adoptada en las entregas anteriores, el cual va desenmarañando su historia con los mismos escenarios, y descubriéndola por nosotros mismos, resulta mucho más atractiva para el ritmo del videojuego y para el jugador.

Creo que resulta casi un milagro que, en la industria actual, DOOM nos haya entregado en un lapso de menos de 10 años, tres entregas a tal altísimo nivel y con juegos tan diferenciados uno del otro. Hay un DOOM para cada jugador y cada fan tendrá su favorito, lo cual transforma a esta saga en un caso aparte sobre cómo innovar y no dormirse en los laureles a la hora de darnos calidad y entretención y que todos deseamos que siga haciéndolo por 35 años más. Larga vida a DOOM.