Columna| Joker: Folie à Deux, una historia cobarde.

Nota: el presente artículo contiene spoilers así que si no has visto la película favor entender este punto.

Ya ha pasado unos meses desde el estreno de una de las cintas que más ha decepcionado tanto a crítica especializada como fans, estamos hablando de Joker: Folie à Deux dirigida por Todd Phillips y protagonizada por Joaquin Phoenix. Muchos valoramos la primera película por su intento de llevar las cintas basadas en personajes de comics a un nivel más real y crudo, lejos del espectáculo de los fondos verdes y gráficos por computadoras. Con una historia que se inspiró en otros films como Taxi Driver (1976) o El Rey de la Comedia (1983), la primera cinta Joker dejó a muchos espectadores sorprendidos con el nivel de su trama y crítica social que poseía dicha historia. Lamentablemente en esta segunda parte dichos elementos al parecer fueron borrados dejando de lado la interpretación personal de los acontecimientos a ser principalmente “clarificados” en donde se nos deja claro que es lo que esta malo y bueno de la historia en el plano moral, acto que lamentablemente subestima la reflexión del espectador y como se dice en buen chileno “nos deja todo claro con peras y manzanas”.

De partida el nombre se esta secuela directa se presenta de una manera difícil de mencionar y que en la mayoría de las veces solo se refirió a ella como el Joker 2, investigando rápidamente me enteré que Folie à Deux proviene del francés y significa literalmente «locura de dos», o como un trastorno de ideas delirantes puede ser contagiado a otra, cosa que esta cinta queda enmarcado en el personaje de Harley Quinn, que en esta caso no es llamado así más bien es Harleen Quinzel (Lady Gaga), en uno de los romances con menos química que he visto he el último tiempo, aún no logro entender como el personaje de Arthur Fleck llegó a enamorarse perdidamente de ella, quizás muchas de las preguntas de este artículo sean contestada en un futuro en las “versiones extendidas” ya famosas en este tipo de largometrajes, que ya poco sentido dará ver si el final de la historia ya no se puede arreglar. Lo que si la película dejar claro que, pese a todos los acontecimientos de la primera, al parecer el camino de la locura a ser un asesino serial siempre esconderá un rincón para el amor de pareja y ningún otro tipo de este valioso sentimiento.

Una de las cintas que se inspiró directamente la primera Joker fue Taxi Driver, ahora pongámonos en un universo paralelo he innecesario en donde Martin Scorsese trabajó una continuación directa, en donde podamos ver lo que pasó con nuestro protagonista Travis Bickle, y como este pasó de ser un taxista, luego un asesino a un héroe de la ciudad a ser simplemente otra persona que nuestra imaginación pueda dar. Si esto ocurriese (y que muchas veces fantaseamos en las obras que más amamos) mataría todos los elementos de valor y reflexión que nos dio la primera parte. En Folie à Deux esta fantasía ocurrió y de una manera que nos hace pensar que este ejercicio no debería repetirse.

Primero Folie à Deux los personajes son presentados de una manera tan caricatura que hasta los personajes de los comics se sienten más reales, la abogada de Arthur es buena al parecer por que sí, los encargados de los prisioneros son malos y los abogados y periodistas cortos de diálogos y muy seguros, todo esto endulza un cliché que no para hasta el final de la cinta. La reflexión que lleva a Arthur a cometer los horrendos crímenes siempre se realiza en base a los hechos que van ocurriendo y nunca como una transición natural de una persona. Claro que cualquier persona que está en un juicio con sentencia de muerte llevaría sus emociones al extremo siendo esta culpable o inocente, no hay entremedio entre eso, y la historia no corre riesgos, todo lo lleva a este recurso de “extremos” donde los personajes pasan a ser solo cajas vacías que son esclavos de los acontecimientos en donde nunca se ve algún tipo de protagonismo. “Hago algo malo en contra de la sociedad” entonces soy un desquiciado, “tengo pensamientos extremos distinto a mi personalidad”, tengo que pintarme la cara para que el espectador sepa que soy otra persona. Todo entregado de manera simple y sin intermedio ni interpretación y todo esto fluye en un final que pudo haber sido cualquier parte de la historia y así no cambiaría nada. En Folie à Deux eso es lo que duele de esta cinta, que a diferencia de la primera parte que esa nos dejó una reflexión moral y social, esta solo se limitó a mostrarnos que nada ha cambiado y como al comienzo de la cinta toda esta historia fue simplemente una caricatura.