Percibir todos los de detalles que ocurren la ciudad y apreciarlos con algún tipo de profundidad es sin duda una tarea casi imposible, más en las grandes ciudades donde la demografía de su crecimiento está marcado no solo por el contexto económico, también por el contexto social. Ante este crecimiento descontrolado el rol del individuo se limita a generar lazos con ese lugar en el cual se siente arraigado o por lo menos sienta un rincón donde pueda controlar ( o sentir que posee algún tipo de control). La serie Okupas (2000) abarca entre muchos temas la posibilidad de sentir pertenencia a un lugar ante toda la carencia que la realidad presenta a sus personajes, en donde el descontrol está presente a la vuelta de la esquina.
Antes hablar un poco de la serie, Okupas es una serie argentina estrenada en la televisión de ese país a finales del año 2000, el contexto social que se vivía en esos años ante la crisis social y económica que sufría el país fue reflejada en esta historia, que sin embargo, hasta el día de hoy es totalmente reconocible y no solo aplicable a la realidad Sudamérica también es una realidad que traspasa fronteras más en los nuevos barrios que la grandes ciudades han proliferado en donde que se crean ante las bajas expectativa económicas y calidad de vida.
La serie nos relata la historia de Ricardo (Rodrigo de la Serna) que, ante el favor de su prima Clara, es el responsable de cuidar una vieja casona previamente desalojada por ocupantes que habitaban de ella de manera clandestina. El camino de Ricardo en sumergirse en un mundo donde las reglas se estipulan solo en códigos de la calle, entrega una ruta acompañada de oscuridad y marginalidad que siempre es apaciguada por la compañía de drogas como de amigos.
La serie nos retrata distintas historias que se van produciendo en la vida de estos cuatro jóvenes, de las que se contemplan desde historias de amor, uso de drogas y compañerismo, en donde no se descarta usar el humor para plantear situaciones o el drama para mostrarnos los acontecimientos. Lo que si me llama la atención es lo bien logrado que los sucesos más mundanos nos recuerdan esa familiaridad de la situación, siendo no necesario ocupar recursos “hollywoodenses” para impresionar al espectador, más bien sumergirlo a una realidad que tal como lo señalo al comienzo de la columna siempre ha existido, solo que lo negamos a ver. Los personajes también están inmersos ante distintas realidades en las cuales el escape de alguna manera es la opción a seguir, o simplemente la fe para poder tener la voluntad de vivir el día a día. La serie nos presenta a sus personajes reconociendo sus defectos y también sus virtudes en procesos de trabajo, por lo cual no nos hace pensar en sentir lastima por ellos o su vida. Posteriormente se presentan nuevos personajes y acontecimientos que nos harán sentir muy incómodos, poniendo en jaque los valores morales aceptados de vivir en sociedad, tal como la delincuencia y el uso de la violencia.
De sus once episodios podemos ver una evolución del personaje principal hasta un camino de oscuridad y poco esplendor, en donde no solo basta tener buenos sentimientos para poder cambiar la situación, también se debe estar acompañado de acciones que en la trama parece queda vez más lejana de tomar o simplemente ya son demasiado tarde.
En conclusión, estamos ante una historia bien relatada con personajes fácilmente identificables, en la cual nos interiorizan en una realidad difícil de digerir pero que en la práctica parece ser el mejor camino para las personas que por sus decisiones no tienen nada que perder. Tratar de escapar de la realidad e intentar sentir apego parece no ser compatible del todo, una serie llena de símbolos y metáforas que no nos dejara indiferente.