Una de las cosas que me he dado cuenta es que en los primeros años de vida nuestro gusto en el “arte” se basa en impresiones que nacen de manera natural, del interés o la ingenuidad del descubrir, sentimientos que con el paso de los años vamos dejando atrás. La obra de Akira Toriyama se podría encuadrar en esta apreciación debido a que su trabajo siempre estuvo marcado de una sencillez y sentido de la aventura que nos cautivó, en épocas donde difícilmente nos dábamos cuenta de quien estaba detrás del trabajo de las cosas que disfrutábamos. Mi primer acercamiento a su obra (al igual que muchos) fue Dragon Ball Z, que fue mostrado en programas nacionales como Maldita Sea y que posteriormente podíamos adquirir por la inminente llegada a Chile de los animes japoneses (en tiendas que contaban con los famosos VHS Manga Video). Dentro de mis primeras impresiones destacaba esta serie por sus llamativos diseños y personajes que “gritaban” mucho. No he de mentir que al comienzo mi evaluación inicial a estos avances no fueron positivas, pero una vez ya presenciado sus primeros Ovas, me sumergí profundamente en este universo. La historia repito, era sencilla, un joven con superpoderes defiende a la tierra de distintos villanos que quieren su destrucción o posible invasión. Finalmente, Dragon Ball Z y su posterior emisión en los canales nacionales de la serie que la precedía Dragon Ball, conquistó a toda una generación que esperaba las tardes para ver estas aventuras, mientras tratábamos de conseguir las películas y nos entreteníamos en armar este rompecabezas de saber cómo la historia continuaba.
A diferencia de otras obras Dragon Ball, por lo menos en Chile, no estuvo acompañada de mucha mercancía oficial, quizás por la polémica de esos años de que este material “japones” estaba cargado de violencia o escenas de sexo que perjudicaban a este sector del público. Sin embargo, al igual que el nacimiento de una religión, sus adeptos permanecían en la «sombra» compartiendo todo tipo de material y consiguiendo productos importados o figuras bootleg que podíamos conseguir en algún persa amigo. Otro acercamiento importante eran los videojuegos en donde sentí la decepción al probar el esperado Dragon Ball Z: Super Botuden 2 para SNES.
Ya con la llegada del internet a comienzos de los 2000 y el mayor acceso a la información geek logramos conocer a través de blog las distintas obras en la que trabajó Toriyama, a esa altura me llamó la atención que sus característicos diseños aparecían en distintos juegos, mangas o animes. Con esto ya pude darme cuenta de la impronta de Akira Toriyama en la escena del entretenimiento. Me percaté que algo que se hacía común entre sus obras, era el acento que hacía al humor y la acción, sus trabajos lejos de dejarnos deprimidos siempre nos daban la esperanza que los «buenos» podría superar cualquier dificultad (incluso la muerte). Ya por esos años en el Liceo me acerque a un manga de Dragon Ball y pude leer las notas personales que escribía en su trabajo al inicio, caracterizado siempre como este personaje con máscara, del cual nos relataba como en ese momento de la vida se sentía. La obra de Toriyama se alejaba de los estereotipos japoneses y acercaba mucho a la cultura occidental, siendo inspirado por obras como Star Wars o Superman.
En lo personal existen dos obras que me encantan y en los cuales trabajo, Dr. Slump y Dragon Quest VIII. La primera me encantó resaltando toques de psicodelia aplicado a la ingenuidad de la infancia esto a través de los ojos de una niña que lo único que tiene presente, es el sentido de la aventura y la protección por los suyos. En Dragon Quest VIII estuve meses disfrutando un juego en que su historia no siendo una novedad, logró cautivarme especialmente el diseño de personajes, donde los famosos “limos” ya son reconocidos inclusive fuera de Japón, mercado en donde más brilló dicha saga.
La obra de Akira Toriyama es la más influyente en las últimas décadas en la cultura del entretenimiento, sin duda un creador que derrochaba carisma y creatividad al momento de crear sus personajes e impregnaba parte de su personalidad en ellos. Muchos llenamos nuestros cuadernos intentando replicar su trabajo a través de dibujos de personajes y creación de historias, y en algunos casos para otros fue la motivación para comenzar su carrera en el área audiovisual. Lamentablemente su obra fue detenida por el paso natural de la vida y lamentamos que no podamos ver las obras que tenía pensado realizar o que podía crear en el futuro, sin embargo, siempre es loable reconocer a esos artistas que promueven con su trabajo que el mundo pueda ser un lugar más entretenido.